Estudiantes de la RFA se sientan sobre el Muro de Berlín en noviembre de 1989.
La década de 1950 se centró en la reconstrucción y la recuperación para Alemania. Durante aquellos años, en gran parte por la persecución política y la falta de libertad de expresión, muchas personas buscaban huir del bloque soviético hacia el occidental. Esta situación prolongada en el tiempo motivó que el Partido Socialista Unificado de Alemania (PSUA), con el apoyo expreso de Moscú, construyera un muro para evitar la fuga masiva de personas, o lo que algunos autores denominan una “muralla de contención al capitalismo”.
Desde que se erigió el Muro de Berlín hasta su caída transcurrieron 28 años. Fueron casi tres décadas en las que diversos factores erosionaron sus cimientos. La Guerra Fría, los efectos no deseados de la glásnost (liberalización del sistema político) y la perestroika (reforma económica) en la URSS y los contactos del papa polaco Juan Pablo II con Mijaíl Gorbachov a partir de 1988, en coincidencia con el milenio del bautismo del príncipe Vladimir de Kiev, hicieron caer la pared.
El 9 de noviembre de 1989 el vocero del comité central del PSUA, Günter Schabowski se encontraba dando una conferencia de prensa cuando recibió un comunicado. Leído ante los presentes y las cámaras de televisión, el documento establecía que los alemanes del este podrían viajar a Alemania Occidental. Ante la pregunta de cuándo entraría en vigor la medida, el portavoz pronunció unas escuetas palabras: “De inmediato”. Instantáneamente miles de personas salieron a las calles de Berlín para celebrar el fin de una era y derribar ese Muro de la Vergüenza.
Nacer y crecer bajo la opresión del comunismo
Holger Timmreck (62) nació el 14 de mayo de 1959 en Pirna, muy cerca de Dresde. Creció en el seno de una familia muy crítica del régimen comunista que imperaba en Alemania Oriental. Intentó huir y fue capturado y condenado a prisión. Hoy, a 32 años de la caída del Muro de Berlín, describe los pormenores de sus vivencias y explica por qué hay que defender los valores de la democracia.
Cuando Timmreck era solo un bebé, el gobierno comunista de la RDA detuvo a su padre por las férreas críticas que propiciaba contra ese modelo. Críticas a un modelo inflexible, del que muchas personas querían escapar en busca de una mejor calidad de vida. “En Berlín había un hueco que comunicaba la parte oriental con la occidental. Antes del 61 escaparon hacia la RFA 2,5 millones de personas, se produjo una gran fuga de cerebros hacia la RFA”, precisa desde Lima en una entrevista con LMNeuquén.
Holger Timmreck.
Para el 13 de agosto de 1961, momento en el que comienza la construcción del Muro para frenar ese éxodo, Timmreck tenía apenas 2 años. Y para cuando los tanques soviéticos se dirigían a contrarrestar la Primavera de Praga, 9. Sobre aquellos años, recuerda que en su familia reinaba el hermetismo ante la acuciante acción del gobierno comunista: “Eran épocas muy raras, los adultos nos decían ‘Niños afuera’ y se encerraban para hablar de política”.
Disputado entre el 13 de junio y el 7 de julio de 1974, la décima edición del Mundial de fútbol – en la que por única vez se enfrentaron las dos Alemanias en un partido oficial y pese a que la RDA ganó en fase de grupos, la RFA se quedó con la copa- acrecentó los deseos de este quinceañero de dedicarse al deporte. Sin embargo, dos años más tarde le negaron la posibilidad de seguir la carrera de profesor de educación física. “’Holger no está permitido para estudiar en la universidad. Holger no educaría a los niños en términos del socialismo’”, reproduce.
A lo largo del servicio militar obligatorio, el Ejército buscó reforzar la ideología socialista. En aquellos años, desde lo más alto del regimen querian plasmar en los jóvenes la idea de que la Alemania Occidental no solo era un enemigo económico, sino también un adversario en el plano militar. En paralelo, se desata en Polonia una huelga laboral encabezada por Lech Walesa y dicha medida marcó la primera revuelta sindical de consideración ante el comunismo.
Intento de fuga, años de prisión y una carrera en TV
Harto de la vida que le imponía el comunismo, Timmreck decidió que intentaría una fuga. Una noche de fin de año compartió su plan con Ziggy, un amigo de su hermano mayor y éste sostuvo que lo acompañaría. Solo Jürgen, un amigo de ambos que vivía en Düsseldorf, sabía de lo que tramaban y tenía expresas instrucciones de avisar al gobierno occidental en caso de que el plan fracasara.
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En un primer momento, solicitaron una visa para Hungría y desde allí intentarían llegar a la Alemania Occidental. Pero como Timmreck no consiguió obtenerlo, él decidió probar suerte vía Checoslovaquia. “Esperé unas horas en un escondite. Luego me acerqué a las rejas que tenían muchos alambres de púa. Con mi alicate corté el alambre. Tenía que atravesar la ‘Zona de la Muerte’ o la ‘Tierra de Nadie’ –parte interior de la frontera cuya extensión rondaba entre los 3 y los 5 kilómetros-. Corrí lo más rápido que pude. Crucé por un campo de maíz que hizo mucho ruido y en ese momento escuché un disparo y vi como el cielo se iluminaba con bengalas que daban cuenta de mi presencia. Me seguían soldados, perros y hasta vehículos. La alarma sonaba mientras corría con todas mis fuerzas. Debí ocultarme detrás de un arbusto porque estaba exhausto, sin fuerzas. Después de haber recuperado fuerzas, luego de unos minutos, comencé a sentir un sentimiento de euforia, creía haberlo logrado. Continué camino hacia la frontera, pero entonces vi una luz roja. Era un perro guardián con un farol colgado del cuello. Pero el problema fue el soldado que estaba parado al lado. Tenía el uniforme checo”, recuerda.
Tras una larga noche de interrogatorio por parte de los soldados de Checoslovaquia, Timmreck sabía qué su destino estaba tras la rejas, aunque celebraba no haber perdido la vida como le sucedió a miles de personas. “Fui entregado a la policía secreta de Alemania del Este (STASI, por sus siglas en alemán) En el día de juicio volví a ver a mi amigo Ziggy y nos sonreímos tristemente ya que su intento también había fracasado. Fuimos condenados a dos años y cuatro meses de prisión”, añade.
La ficha de detención de Holger Timmreck.
Consultado sobre qué sintió a lo largo de esos meses encarcelado, Timmreck sostuvo que experimentó una sensación de alivio: “Por primera vez, pude decir abiertamente que estaba en contra del socialismo. Compartí celda con otras 17 personas, dormíamos en seis camas triples. Allí el amor por el deporte me salvó la vida: hacía ejercicio con otros dos presos y ellos fueron mi ‘burbuja de seguridad’, como suele verse en las películas”.
En diciembre de 1982, tras haber sido liberado, Timmreck fue trasladado a Colonia donde estudió deportes. “En ese momento sentí una doble sensación de libertad. Primeramente, por haber dejado la cárcel; y segundo, porque en pocas horas llegaría a la Alemania Occidental. Tenía ropa de verano y sandalias y como llegué en pleno invierno [boreal] mi pies se llenaron de nieve ni bien bajé del autobús”, describe.
En Colonia vivió en un campo de refugiados y luego en un departamento con un amigo de la familia. En esa misma ciudad entró a trabajar en una cadena de televisión local donde pudo combinar su pasión por el deporte en las transmisiones de la Bundesliga. Y así lo hizo durante 25 años en distintos medios.
Marcha pacífica en Alemania en noviembre de 1989
La caída del Muro y la reunificación
Tras la caída del Muro, en noviembre de 1989, el canciller Helmut Kohl viajó a la ciudad de Dresde donde pronunció lo que probablemente haya sido el discurso más difícil y el más importante de su vida. Timmreck aprovechó ese evento histórico para realizar un sueño postergado. “Si bien yo trabajaba en la sección Deportes, le pedí a mi jefe ir a trabajar a mi ciudad. Volví a mi casa después de nueve años. Me reencontré con mis padres y mis hermanos. Era el regreso del hijo pródigo”, relata aún emocionado.
El 1 de enero de 1990 sentó un precedente muy importante para la reunificación de Alemania. Se sancionó una ley que le garantizaba a los ciudadanos de la RDA el derecho a viajar por toda Alemania sin restricciones de ningún tipo.
Kohl, mundialmente conocido como el arquitecto de la reunificación alemana, viaja a Moscú. Allí, el canciller se reúne con el líder soviético Gorbachov, quien le da luz verde para la consolidación de una sola Alemania.
La reunificación de Alemania tuvo lugar el 3 de octubre de 1990. Allí, frente al Edificio del Reichstag se cantó el himno y se izó la bandera. En Berlín Kohl celebró junto a Gorbachov, quien meses más tarde sería distinguido con el Nobel de la Paz.
Radicación en Perú, docencia y testimonio de vida
Tras haberse divorciado de su primera esposa, Timmreck dejó Alemania y se mudó a Perú. Allí comenzó a trabajar como docente en el colegio alemán, rehízo su vida y con su pareja tuvo una hija. Y fue casi un hecho fortuito lo que hizo que decidiera poner en palabras la dura vida que llevó bajo el comunismo, el relato del horror de vivir bajo la Cortina de Hierro.
A comienzos de 2016, una persona llegó al colegio donde Timmreck daba clases a dar una charla sobre la vida en los años de la RDA. Y pese a querer convencerlo de que diera su testimonio, él se negó: “Yo no estaba listo para reabrir las heridas, no estaba preparado”.
Dos años más tarde, en 2018, Timmreck viajó a Alemania y brindó su primera entrevista contando lo que había vivido. “Ese día yo abrí mi caja fuerte. Fue un reportaje muy duro. Fue una grabación de un día”, indica.
Aquel reportaje marcó un punto de inflexión en la vida de Timmreck. Desde entonces, cada vez que tiene la oportunidad comparte con estudiantes su experiencia y les reitera su mensaje más esperanzador: “Cada joven tiene la oportunidad de tomar el destino de su vida en sus manos. Ya no necesitamos más testigos de la dictadura comunista. En el futuro necesitamos democracia, necesitamos luchar contra la dictadura. No necesitamos más madres que busquen a sus hijos en una cárcel de la policía secreta. La revolución pacífica en Alemania Oriental ganó la libertad y la democracia para millones de personas. En estos tiempos difíciles tenemos que defender más que nunca la libertad y la democracia”, concluye.