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Un asturiano vuela desde otro mundo para evitar la boda de su propia esposa

Ustedes saben que, a menudo, el bote pequeño es el que guarda la confitura mejor. El dicho es especialmente cierto en el interior de Asturias. El concejo de Morcín, por ejemplo, vertebra 65 núcleos de población, 53 de los cuales no llegan a 100 habitantes. La Collá es uno de esos vecindarios diminutos. De allí parte la senda de 5,3 kilómetros que conduce hacia la capilla de la Magdalena y a la ermita de Santiago. Ambos templos son modestos en tamaño y apariencia, pero se cree que la mismísima Arca Santa se ocultó en ellos hasta su traslado a la catedral de Oviedo.

Su presencia se atribuye a santo Toribio, un religioso nacido en Astorga durante el siglo V. La hagiografía explica que, después de desembarazarse de sus propiedades, viajó a Jerusalén, donde ejerció como sacristán mayor del Santo Sepulcro. Allí accedió a algunas reliquias de Jesús y de la Virgen, que llevó a la península Ibérica cuando los ejércitos persas amenazaron Tierra Santa.

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Según esa versión, el mismísimo don Pelayo ocultó el Arca Santa en el Monsacro, donde estuvo 80 años, hasta que Alfonso II la trasladó para que diera empaque y prestigio a su capital, Oviedo.

Nuestras dos capillas desempeñaron, ya lo ven, un papel fundamental en la protección del Arca Santa, hasta que se pudo garantizar su seguridad. Solo por eso, la visita ya merece la pena. Además, la caminata discurre por paisajes fantásticos. Respecto a los templos, ambos fueron declarados monumentos históricos artísticos en 1992.

Argame es otra parroquia del mismo concejo de Morcín. Mucho tiempo atrás, uno de sus vecinos creyó en los sueños premonitorios a pie juntillas. El hombre se llamaba Juan Portal y tenía a su esposa desquiciada por los caprichos de su subconsciente. Freud y Jung hubiesen extraído conclusiones, no me pregunten cuáles.

Capilla de la Magdalena y ermita de Santiago

Los templos fueron declarados monumentos históricos artísticos en 1992

Una noche, nuestro hombre soñó que encontraría una fortuna junto a cierto puente algo alejado de su domicilio. Ni corto ni perezoso, cargó un zurrón con víveres y herramientas, y se encaminó hacia allí. El hombre agujereó el terreno en muchos metros a la redonda sin encontrar más que pedruscos. No se desanimó por eso. Simplemente se sentó bajo un árbol y esperó que el tesoro acudiera. Su confianza en el sueño era ilimitada.

Llevaba allí varios días sin hacer nada, mano sobre mano, cuando un campesino le preguntó qué hacía, si esperaba a alguien. Nuestro visionario le explicó el caso, pero el otro se rio de él y le reprochó su convicción. «Si yo creyese en mis sueños —remachó—, hubiese ido a Argame hace tiempo. Días atrás soñé que un hombre llamado Juan Portal tiene un cabrito de oro debajo de su higuera y no lo sabe. ¡Menuda bobería!».

Un asturiano vuela desde otro mundo para evitar la boda de su propia esposa

Juan Portal se fingió cariacontecido, agradeció el consejo y, cuando el otro se despidió, emprendió el camino de regreso. En cuanto llegó a su casa, empezó a cavar al pie de la higuera como un poseso. Su mujer lo miraba con lástima, qué pena de hombre. Su actitud cambió cuando Portal desenterró el cabritillo dorado.

Dicen que, a partir de entonces, ella pasó las noches en vela, siempre con una libreta y un lápiz a mano, a punto para anotar cualquier frase que su admirado esposo pronunciase en sueños.

Ustedes sabrán que Asturias es tierra de osos pardos. Se cree que la región acoge hoy en torno a un centenar, pero antaño hubo muchos más. De ahí su protagonismo en muchas leyendas. Una de ellas alude a la fundación del monasterio de San Salvador de Cornellana, en el concejo de Salas.

Uno de los accesos al recinto se llama puerta de la Osa, debido a que exhibe un relieve en el que una hembra amamanta a una niña. Según la tradición, la comarca perteneció a la casa nobiliaria de Doriga durante la alta edad media. Cierta vez, la recién nacida hija de esos señores estaba al cuidado de un aya un poco atolondrada. Mientras la mujer se entretenía con las flores y los pajarillos, una osa atenta sujetó a la criatura con las fauces y se marchó hacia el río Narcea.

San Salvador de Cornellana

La escena en la que la niña mamaba de la osa es el mismo relieve que todavía adorna el monasterio

Cuando la mujer se dio cuenta de la desaparición, empezó a dar voces. Toda la servidumbre se movilizó. Fue en vano: el bebé había desaparecido. Menos mal que uno de los criados era más despierto e intrépido que los demás: ni corto ni perezoso, atravesó el río a nado y empezó a buscar por la otra orilla. En lo más frondoso de la espesura oyó un sonido que atrajo su atención. Así encontró a la osa mientras amamantaba a la niña, quien, por cierto, parecía encariñada con su nueva nodriza.

El joven gritó hasta quedarse afónico, así ahuyentó al plantígrado. Luego recogió a la pequeña y la devolvió a sus padres. Estos, emocionados, costearon la construcción de un santuario que conmemorase el prodigio. Lo consagraron a san Salvador. En él ordenaron tallar la escena en la que su hija mamaba de la osa. Es el mismo relieve que todavía adorna el monasterio.

Ablaneda es un vecindario del mismo concejo de Salas. Como tantos, ha sufrido la emigración de la mayoría de sus vecinos, hoy apenas conserva una veintena de habitantes.

El núcleo tiene un pequeño embalse, conocido como pozo de Fullaricos. La tradición asegura que, a veces, vigas y otros materiales de construcción se distinguen en el fondo. Los historiadores, tan racionales, los vinculan a antiquísimas instalaciones creadas por Roma para la extracción de oro en la comarca. La tradición local, ya lo supondrán, le atribuye otro origen: los considera restos de un palacio sumergido.

Este se levantaba justo en el lugar donde hoy está el pozo. Supuestamente lo habitaron un noble viudo y su única hija. Esta era muy guapa, pero también algo engreída y demasiado competitiva. No se sabe cómo, en la comarca surgió una tonta polémica sobre quién era la joven más bonita de la zona, nuestra joven o la heredera de Belmonte, también agraciada. Ya ven qué simpleza, pero nuestra protagonista rabiaba por esa duda.

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Un día se hizo el encontradizo con dos zagales que apacentaban unas vacas. Se presentó con educación y les pidió permiso para pernoctar en su cabaña. Los pastorcillos no solo lo acogieron, sino que compartieron su cena con él. A la mañana siguiente se despidió, después de decirles: «Si alguna vez vais a la ciudad de Brita, preguntad por Xuan Cabrita».

Pasaron los años, y los niños se hicieron hombres. Uno de ellos, ya casado, sufrió un naufragio marítimo. Su barco se fue a pique, y el pobre nadó como pudo hasta unas tierras desconocidas. Después de dar muchos tumbos, llegó a una población llamada... Brita. Allí preguntó por la casa de Xuan Cabrita.

Lo recibió la esposa del nuberu, que lo encerró en una habitación hasta que aquel regresase de sus quehaceres. Nuestro náufrago ya se veía hecho picadillo, pero Xuan Cabrita lo trató con afecto y generosidad. También le explicó que regresaba precisamente de descargar una nube de granizo sobre su pueblo, y que allí supo que la esposa del joven estaba a punto de casarse con otro porque lo creía muerto.

Junto al río Nalón

El paseo Mitológico de Sama de Langreo hilvana sucesivas esculturas y pinturas de estos seres

Cuando vio cómo la noticia afectaba al joven, se ofreció a llevarlo por los aires hasta Turón. Solo le hizo dos advertencias: que lo alentara con el grito «¡Arre, demoniu! ¡Arre, demoniu!»; y que se abstuviera de mencionar a Dios ni a los santos, porque si lo hacía, lo arrojaría al suelo de manera inevitable.

El viaje fue francamente corto. En un plis plas sobrevolaron los tejados de Turón. Empezaban el aterrizaje cuando al pasajero se le escapó: «¡Ay, Dios, ya veo el mío pueblu». Mal hecho, porque el nuberu dio una sacudida violenta que lo descabalgó y arrojó al vacío. Menos mal que ya estaban a poca altura. El joven consiguió asirse a un árbol, y cayó al suelo con solo algún porrazo leve y unos cuantos arañazos. Por supuesto, llegó a tiempo de evitar la boda de su propia esposa.

Es posible que esta última leyenda haya despertado su curiosidad por los seres mitológicos que pueblan Asturias. Si quieren conocerlos, los animo a visitar el paseo Mitológico de Sama de Langreo. Discurre junto al río Nalón e hilvana sucesivas esculturas y pinturas de todos ellos. Por supuesto, llegó a tiempo de evitar la boda de su propia esposa.