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Christina Rosenvinge: "He escrito canciones que en la primera estrofa estaba pensando en un hombre y en la última ya era otro”

Este viaje se empezó a gestar un año antes. En octubre de 2018 pedí una entrevista a Christina Rosenvinge. Acababan de concederle el Premio Nacional de las Músicas Populares, el mismo reconocimiento que inauguró Joan Manuel Serrat y han recibido Luz Casal, Santiago Auserón o Amaral. Antes, en marzo, con la salida de su disco Un hombre rubio inició una gira que la ha llevado por España y Latinoamérica, y que continúa. Se solapó un año después con la publicación de su primer libro, Debut, un “artefacto literario” en palabras del poeta y crítico Antonio Lucas, en el que reúne sus letras, recuerdos y reflexiones sobre el oficio de escribir canciones. Desde entonces, ha estado combinando conciertos y presentaciones, alternando escenarios y librerías, parando en su piso en el Madrid de los Austrias apenas para deshacer y rehacer la maleta. Por infinitos avatares, hasta esa noche toledana no tuve el primer párrafo de este reportaje. Puede que a Christina Rosenvinge no le guste correr, pero es difícil alcanzarla.

Pasan las semanas y sigo intercambiando mensajes con la oficina de Christina. También trato de cerrar el reportaje con Literatura Random House, la editorial que publica al comienzo de la primavera Debut. La propuesta está en la mesa, me confirman, es cuestión de encontrar un hueco. Se suceden las entrevistas promocionales en dominicales, periódicos y medios musicales, pero la nuestra no tiene lugar. Algo me hace pensar que hay un obstáculo. Lo descubro la noche del 29 de abril, reunidos en el cumpleaños de una amiga común, la escritora y monologuista feminista Isa Calderón. Ignorando que también estoy ahí, en un corrillo comparte las dudas que le provoca aparecer en Vanity Fair, una publicación que va a ir más allá de su faceta musical.

Christina Rosenvinge:

Consciente de mi interés, nuestra anfitriona va moviendo a sus invitados en un baile que acaba emparejándonos. Roto el bucle de las eternas presentaciones, hablamos de todo un poco y le comento mi pasaje favorito de Debut: Su hijo mayor arruina sus posibilidades de acceso a una exclusiva escuela infantil de Nueva York cuando en lugar de señalar los colores del arcoíris se saca un moco y exclama: “Morado”. Nos reímos. Le pregunto si Willem, ahora un veinteañero de melena rubia que supera el 1,90, ha seguido trabajando como modelo. Cuenta que no, que su campaña para Paco Pintón en 2017 fue algo puntual, que está absorbido por la arquitectura y vive en un piso de estudiantes en Toledo. “Dentro de dos semanas toco con mis hijos en la fiesta fin de curso, ¿quieres venir?”