Virgil Abloh, el libertador, es y será historia de la moda. “¡Oh, capitán! ¡Mi capitán!” —entonarán algunos— cuando su legado se estudie como lo que fue: el ejercicio de estilo definitivo para liberar de prejuicios a lo que se entendía como moda masculina hasta bien entrada la primera década de los 2000. La vida y obra de un outsider, licenciado en Ingeniería Civil con un máster en Arquitectura, que pierde su vocación y consigue poner patas arriba los cánones imperantes hasta entonces. Mucho talento y un padrino de excepción —Kanye West— darían como resultado una prolífica e interesante producción que fue capaz de abrir el debate sobre la nueva masculinidad.
El carácter mesiánico del trabajo de Abloh —tanto al frente de la dirección creativa de la división masculina de Louis Vuitton como de su propia marca Off-White— no se entendería sin conocer parte de su historia de vida. ¿Cómo el hijo de una pareja de inmigrantes ghaneses residentes en Rockford (Illinois) consigue convertirse en la primera persona negra capaz de ponerse al frente de la histórica firma parisina? Gracias a esa forma que tuvo de conectar tanto con celebridades como con todas esas nuevas generaciones de consumidores que valoraban sus creaciones como verdaderos objetos de deseo. “Me encanta trabajar con estos dos polos opuestos para ver cómo es esa contemporaneidad de la cultura juvenil que descubre el lujo por primera vez. Yo ejerzo de conducto para establecer un diálogo entre ambas”. Así es como el director creativo definió su trabajo el pasado junio a WWD. Lo hizo el mismo el día en que se publicó su colección primavera-verano 2022: el que ha pasado a convertirse en su último trabajo para la maison francesa.
El curriculum creativo de Virgil Abloh será recordado por haber puesto en el centro del debate asuntos tales como la diversidad racial, la fluidez de género, la cultura o la política a través de unos códigos altamente reconocibles que se mezclaban a la perfección con un hábil manejo del marketing. Off-White, la marca que lanzó allá por 2012, se convirtió en el mayor y mejor experimento para lograr conquistar a un público ávido de nostalgia al que logró conquistar en seguida. Las zapatillas y los complementos fueron su fuerte. De ahí que decidiera tocar la puerta de Nike para poner en marcha una colaboración que será recordada por las generaciones venideras. Abloh creó varias ediciones limitadas con las deportivas más célebres de la firma de Oregon. Las intervino con tipografías, mensajes o bridas y las convirtió en verdaderos objetos de deseo para coleccionistas. Una fórmula —mercado de la reventa mediante— que rompió con lo establecido hasta entonces: los nuevos símbolos de estatus masculino se sumergían en el streetwear; la nueva corriente estética favorita de los millennials.
Es innegable que toda la producción de Abloh está atravesada por un mismo concepto. Da igual que mires a sus colecciones para Louis Vuitton —firma en la que aterrizó en 2017 tras la marcha de Kim Jones a Dior Men— como a las de Off-White: era un hombre obsesionado con las texturas, los colores y los acabados. El exceso y la opulencia tan propios de los mundos del rap o el hip-hop hicieron que ambas enseñas se convirtieran en marcas con una visión y un concepto globales. Reconocidas, reconocibles y deseables. Un universo creativo en el que el lujo, el diseño y el estilo harán que los estudiosos y críticos se atrevan a colgar sobre su trabajo la etiqueta de "icónica".
Sus diseños rotundos siempre han mezclado lo mejor de dos mundos: el traje y el chandal. La sastrería y la ropa deportiva se han encontrado, se han descompuesto y se han reconvertido en sendas colecciones de ropa que reclamaban nuevos aires para una moda masculina, tal vez, un tanto anticuada. Abloh concibió su trabajo como un juego: desde hipnóticos viajes a una suerte de Toy Story en Tokio a ese desfile concebido como un tablero de ajedrez para su colección otoño-invierno 2021 con Louis Vuitton.
Uno de los grandes logros de Abloh fue el de dar voz a las minorías. Y lo consiguió con una clara presencia de modelos negros en sus desfiles. Los vistió de astronautas con capas cuajadas de estampados holográficos y los situó en el debate de una nueva política de la moda vistiéndolos con banderas o con prendas cuajadas de mensajes políticos. Su ruptura con el modelo occidental hizo que en París se vieran propuestas propias de la subcultura de las grandes ciudades norteamericanas. La estética skate o esas siluetas propias de la moda gángster han conseguido que sus diseños estén ya considerados como verdaderas obras de arte. Con su prematura muerte a los 41 años a causa de un cáncer, el de Illinois deja deja un poco mas huérfanos a quienes han visto en él el espejo creativo y revolucionario en el que mirarse. La moda masculina, con todas sus aristas y sus lecturas, ha perdido a un gran genio. Al ingeniero que la había ayudado a liberarse. Hasta siempre: “¡Oh, capitán! ¡Mi capitán!”.