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La trinchera está en la ropa

Gemma Saura, (Arabia Saudí).- Parece una influencer más, un vídeo de esos que triunfan en las redes sociales: una chica con cuerpo de modelo se contonea en minifalda , un top que deja ver el ombligo y bambas. Sin embargo no se trata de simple exhibicionismo millennial. Esto va de subversión. Porque la chica camina por una ciudad de Arabia Saudí, uno de los países del mundo con un código de indumentaria más estricto para las mujeres, donde no pueden salir de casa sin cubrirse con largos mantos que oculten las formas de su cuerpo.

El vídeo corrió como la pólvora y acabó con su protagonista –se sabe que es saudí, pero su nombre no ha trascendido–detenida durante algunas horas. Según las autoridades, ella arguyó que no sabía que el vídeo había sido colgado en la red social Snapchat.

Los ultraconservadores se tomaron como una provocación añadida que la chica se grabara vestida de forma “indecente” en la ciudadela antigua de Ushayqir, situada en la región más conservadora del país. Aquí nació, a finales del siglo XVIII, el fundador del wahabismo, la corriente más rigorista del islam que rige el reino de los Saud.

Los derechos de la mujer están en el centro de la batalla, más o menos soterrada, que libran en Arabia Saudí los influyentes sectores retrógrados, que ejercen de vigilantes de las esencias wahabíes, y los progresistas ansiosos de reformas.

Apelando a las costumbres y a la decencia, se exige a todas las mujeres, incluidas las extranjeras, que se cubran con la abaya, una especie de túnica larga y holgada. La mayoría de las saudíes cubren su cabello, y el niqab, el velo integral que sólo deja ver los ojos, es muy habitual. En las vallas publicitarias y los escaparates, las fotografías de mujeres suelen tener el rostro pixelado.

Normas estrictas con las mujeres, salvo con las mandatarias extranjeras

La policía religiosa patrulla los lugares públicos para velar por la castidad. Los restaurantes y las cafeterías suelen estar segregados por sexo, con una entrada especial para ellas. El control sobre el cuerpo de la mujer es el que se ejerce con más ahínco, pero los hombres tampoco pueden llevar pantalones cortos, peinados extravagantes o melena.

Sólo a las mandatarias extranjeras se les ha permitido sortear las normas. La canciller alemana, Angela Merkel, la primera dama estadounidense, Melania Trump, y la hija del presidente, Ivanka Trump, no se cubrieron el cabello ni llevaron abayas durante sus recientes visitas oficiales al reino, si bien eligieron un vestuario recatado. Un doble rasero que muchos saudíes han criticado.

Lo cierto, sin embargo, es que la vestimenta no es lo primera en la escala de prioridades de las feministas saudíes. Sus luchas se han concentrado en obtener reformas más fundamentales, como el derecho a conducir (es el único país del mundo donde una mujer no puede ponerse al volante), el derecho a voto (pudieron por primera vez en diciembre del 2015) y, sobre todo, en acabar con el sistema de tutelaje. La mujer es una eterna menor de edad que necesita el permiso de su guardián legal –su marido, padre, hermano o incluso un hijo– para casarse, viajar al extranjero o trabajar.

El acceso de la mujer al empleo y a la educación superior en Arabia Saudí va muy por detrás de los niveles registrados en Irán, otro país que se rige según la ley islámica. En la república de los ayatolás, todas las mujeres –iraníes y extranjeras– están obligadas a llevar el hiyab, pero pueden conducir, en la universidad hay más chicas que chicos, su participación en el mercado laboral es muy amplia e incluso ocupan altos cargos en el gobierno.

Turquía

El punto medio, ni hiyabs ni escotes

Escrito por Jordi Joan Baños

No todo vale en Turquía, pero casi ninguna sociedad musulmana está tan occidentalizada en el vestir. Es más, las restricciones indumentarias, durante 75 años, las padecieron los que hubieran querido vestir con un estilo otomano, con fez y velo. Uno de los motivos del ascenso de Erdogan fue su cruzada a favor de que las estudiantes habituadas a cubrirse el pelo con un pañuelo –generalmente de origen humilde o rural– pudieran acceder a la universidad sin tener que renunciar a él. Hasta hace siete años, les cerraban las puertas.

Por lo que respecta a los hombres, en Turquía la práctica totalidad –excepto los clérigos– viste ya al modo europeo, aunque los pantalones cortos sean algo menos corrientes. En cuanto a las mujeres, aunque la moda europea está muy extendida –tanto o más que la especie de gabardina holgada de una pieza típicamente turca–, eso no significa que la ropa ajustada o los escotes estén bien vistos. La sociedad turca es conservadora, lo que lleva a cadenas globales como Zara a restringir su colección, donde apenas hay shorts, tops ni nada con escote o que revele mucha espalda.

La etiqueta depende no sólo de la parte del país –cuanto más al este, más conservador– sino también del barrio. En las zonas más acomodadas de Estambul, Ankara o Esmirna, es más susceptible de despertar miradas de desaprobación una chica con pañuelo que otra occidental. A las mezquitas las mujeres han de entrar cubiertas, pero pueden tostarse con bikini en la playa, lo que ya es más de lo que puede decir la mayoría de los países musulmanes. O India, donde para la mayor parte de los nativos lo que es de rigor es meter los pies en el mar vestidos de los pies a la cabeza.

Italia

El Tribunal Supremo bendijo el topless

Escrito por Eusebio Val

El topless quedó definitivamente permitido en las playas italianas gracias a una histórica sentencia del Tribunal Supremo, en marzo del 2000. Los jueces constataron que la exhibición del seno femenino, a diferencia del desnudo integral, “es desde hace lustros un comportamiento generalmente aceptado y que ha entrado en la costumbre social”. Los venerables magistrados abordaron el asunto con meticulosidad y cierto humor. Admitieron que “la línea de demarcación entre los actos obscenos e indecentes no siempre es fácil” y que la exhibición en las playas –salvo las reservadas a nudistas– de todos los órganos genitales, aunque sea “en estado de reposo”, puede ser desagradable para el prójimo.

El uso del topless no está tan extendido como en España. Antes de la decisión del Supremo ya fue objeto de denuncias y polémicas, aunque se venía practicando desde hacía decenios. En 1982 hubo una chocante ordenanza en la isla de Pantelleria. Su alcalde prohibió el topless con el machista argumento de que “la mayoría de las veces se exponen al sol desagradables excrecencias carnosas, flácidas y oblongas”.

Italia, país contradictorio, ha sido testigo de experiencias diversas. El topless en las playas requirió una sentencia del Supremo, pero al mismo tiempo su televisión, sobre todo la de Berlusconi, fue pionera en el uso y abuso del cuerpo de la mujer como reclamo. Ilona Staller, una actriz porno, llegó a ser diputada mostrando sin rubor sus encantos a los votantes.

Más allá de la indumentaria en las playas, ha habido siempre ordenanzas –como la de Viareggio, en el 2015– que imponían fuertes multas, por decoro urbano, a quienes fueran por la calle con el torso desnudo. No es fácil saber, sin embargo, cuán severos han sido en aplicar las normas. “Aquí somos muy liberales y cada cual va como quiere”, reconocía a La Vanguardia, entre risas, una portavoz de la policía de Rímini, una de las ciudades más turísticas del país y la meca de los visitantes rusos.

África

Los shorts de Mandela, velos y minifaldas

Escrito por Xavier Aldekoa

Cuando Nelson Mandela fue trasladado a la prisión de Robben Island en el invierno de 1964, la primera humillación llegó con la ropa: los carceleros repartieron pantalones cortos a los negros, no así a los reclusos blancos e indios. Ahmed Kathrada, amigo de Madiba, vivió aquella burla en carne propia. “Los niños visten pantalones cortos. Esa era la mentalidad del apartheid. Si eras negro, no podías nunca llegar a ser un adulto, eras un niño, e ibas a ser tratado siempre como un niño”. Aunque el sol apriete, aún hoy es raro ver a adultos en pantalón corto en países africanos.

Pese a las enormes diferencias entre culturas del continente, la vestimenta tiene importancia capital y define relaciones personales y estatus. La reina es el paño wax, tela de colores vivos y dibujos que visten las mujeres en forma de trajes o fulares. En África Occidental y Congo es el pagne. En Mozambique, la capulana. En Malawi, la chitenge. En Sudáfrica, el kikoi; y en África Oriental, la kanga.

Para el turista, las telas coloridas son parte del paisaje, no una invitación a cambiar de vestuario. La tolerancia es lo habitual. En las zonas turísticas costeras, de Gambia a Zanzíbar y de Kenia a Mozambique, se acepta el bikini o el bañador (el topless y el nudismo no), aunque no es raro ver a bañistas en traje de baño junto a locales bañándose en camiseta. Sí se exige decoro fuera del agua. En Stone Town, barrio musulmán en Zanzíbar, las mujeres deben taparse los hombros y vestir faldas largas.

La fe y el machismo están tapando el cuerpo de la mujer. Aunque en Suazilandia o Namibia los pechos descubiertos son algo natural –en el norte namibio se ve a himbas comprar en supermercados vestidas de forma tradicional–, el avance del ala dura del islam en el norte de Mali, Nigeria, Sudán o Somalia cubre cabello y cuerpo de las mujeres. En Uganda o Zimbabue, es el cristianismo conservador el que evita ver demasiada piel: han prohibido las minifaldas a las funcionarias y se acosa a quienes la llevan por la calle.

Asia

La pauta es hombros y rodillas tapadas

Escrito por Isidre Ambrós

El calor y la humedad no son eximentes en los países del Sudeste Asiático. Las pautas a la hora de vestir son claras, dejan poco margen para saltárselas y no distan mucho de la católica Filipinas a la budista Tailandia, pasando por la Indonesia musulmana. Las asiáticas exponen muy poca piel al sol y no les gusta que las extranjeras no hagan lo mismo. Lo usual es que vistan camisas o camisetas, siempre con los hombros cubiertos, y pantalones o faldas largas hasta los pies. En algunas partes de Indonesia, donde rige la charia, incluso se prohíbe llevar pantalones ajustados.

En los hombres hay más permisividad. Muchos van con bermudas o pantalón corto por la rodilla, aunque para los turistas la cosa se puede complicar al visitar templos, donde exigen no mostrar las piernas (en Birmania).

La situación en las zonas turísticas y las playas no es muy distinta. Las autoridades no permiten muchas alegrías. En las entradas a templos y recintos cerrados hay avisos sobre los códigos de vestimenta, que se resumen en hombros y rodillas tapadas.

En las playas hay algo más de flexibilidad, pero no mucha. Las mujeres locales se bañan vestidas y les cuesta asimilar que las occidentales lo hagan en bikini. En Tailandia, es posible disfrutar del sol en un dos piezas, pero sólo en las playas para extranjeros. Si una turista quiere huir de las masas y bañarse con las locales, se puede encontrar con que sea blanco de miradas reprobatorias y que se lleve una bronca de alguna señora mayor, que le quitará las ganas de seguir tomando el sol. Y lo mismo le sucederá en Camboya, Birmania, Indonesia o Malasia. El único lugar donde hallará algo de comprensión será en Filipinas, donde las mujeres locales son más tolerantes a la hora de compartir sol y mar con turistas en bikini.

EE.UU.

Pasear al perro en pijama es lo más normal

Escrito por Jordi Barbeta

Correr con el torso desnudo por los aledaños de la Casa Blanca es algo habitual, pero sólo los hombres. Las mujeres, todavía no. Pasear al perro en pijama por la noche es una práctica muy extendida de costa a costa. Las prendas deportivas ya son indumentaria cotidiana de cualquier actividad, excepto para los funcionarios y los ejecutivos, que no se permiten ni la manga corta. Entre los turistas que visitan en verano los museos son mayoría los que visten sin problemas pantalón corto y chanclas. En la ópera suele haber un contraste en la platea entre los y las que van vestidos exageradamente de gala y los que van tal cual a escuchar el Nessun dorma.

En 1986, nueve mujeres fueron arrestadas cuando hacían un picnic en topless en un parque de Nueva York. Así empezó el movimiento Topfreedom de mujeres que exigen poder mostrar sus pezones igual que los hombres. Los tribunales les dieron la razón, pero Estados Unidos es otra cosa.

La “indecencia pública” o la “conducta desordenada” son infracciones que se aplican con diferentes grados de rigor según el municipio, el condado o el estado, o las ganas que tenga el policía de turno de intervenir. Los estados más puritanos son Utah, Indiana y Tennessee, donde la vestimenta está más regulada, no se permiten ni siquiera transparencias. California y Florida son más liberales, pero en Los Ángeles está prohibido el topless, lo que ha provocado protestas hasta el punto de convertirse en tradicional la anual Go Topless Pride Parade en Venice Beach. La organización GoTopless ha catalogado 33 de los 50 estados donde se puede practicar topless en según qué lugares.

Con todo, las leyes son implacables en EE.UU. contra lo que se considera “conducta lasciva”. Una pareja que hacía el amor en una playa de Florida se enfrentó a 15 años de cárcel. Al final la sentencia quedó en dos años y medio. La prostitución callejera está muy perseguida, y el cliente puede verse condenado a tres meses de cárcel si le pillan haciendo una propuesta a una mujer vestida provocativamente que en realidad es una agente de policía. Le ha ocurrido en Washington hasta a políticos de la América profunda.

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