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Faldas: la historia de la pieza que es sinónimo de sofisticación eterna

El auge de la falda midi aconteció en reacción a la necesidad de las mujeres de llevar atuendos cómodos que les permitieran efectuar tareas que antes eran llevadas a cabo por hombres, que en ese momento se encontraban en la Primera Guerra Mundial. Se trataba de faldas abotonadas, con un dobladillo ancho, rígidas, de línea trapecio y austeras por el contexto internacional. Faldas: la historia de la pieza que es sinónimo de sofisticación eterna Faldas: la historia de la pieza que es sinónimo de sofisticación eterna

En la era del jazz las faldas midi experimentaron el auge propio de la liberación femenina, acompañado por los diseños del legendario diseñador francés Paul Poiret, quien estaba en escena desde la fundación de su maison en 1903. Aún así, también había modelos amplios que rebosaban femineidad, ornamentados con encajes, delicadas flores, franjas de colores o estampados geométricos. En los treinta, una época marcada por la gloria de Hollywood, las faldas se situaban por debajo de las rodillas, con tablas y pliegues sin marcar, de satén rectas a principios de la década y luego algo más estrechas.

En aquellos tiempos sombríos de la Segunda Guerra Mundial, la falda evasé, en algunos casos de fina lana de color verde o marrón apagado, era la que más se llevaba. En 1941 la austeridad forzó a la industria a adaptarse a la escasez de materiales frente a una presión social que los obligaba a abandonar el esplendor previo y aquí es cuando las faldas se elevan hasta apenas cubrir las rodillas. El legendario couturier francés, una década más tarde, crearía faldas tubulares por debajo de la rodilla y en la era de la minifalda lograron ser tan populares como éstas, confeccionadas en lana y con diseños rayados o de patchwork.

Historia de las maxifaldas

Faldas: la historia de la pieza que es sinónimo de sofisticación eterna