30 01
Sweater Girl: el mito que convirtió el jersey de punto en la prenda más erótica de los años 50

ANÁLISISLa carga sexual de este icono al que contribuyó el cine es tanto un repaso a los cánones de belleza del s. XX como un ejemplo más del exacerbado machismo de la época

Por Nuria Luis

Ceñido, con dos minúsculos botones o un logo a modo de cierre, y sin nada debajo. En 2021 tanto las celebrities como la moda (gracias, Jacquemus) han consolidado el cárdigan como la prenda más sexy del armario. Motivos no le faltan a esta nueva concepción de la prenda, si tenemos en cuenta los pudorosos twin-sets que definieron el armario femenino de mitad de siglo XX. Llevarlo sin sujetador y enseñando parte del pecho, como Bella Hadid, lleva a esta chaqueta a nuevas cotas de una sensualidad poco implícita.

Pero como suele suceder una y otra vez en la historia, el cárdigan no es precisamente la primera prenda de punto en convertirse en símbolo de lo sexy. De hecho, nos precede un largo listado de mujeres a las que les colgaron la etiqueta de “Sweater girl” (chica del jersey, en inglés), como sinónimo de ese otro calificativo conocido como “sex symbol”. Hubo un tiempo en el que esta prenda fue el epítome de la sensualidad, pero con una silueta muy específica: el suéter que se llevaba era más bien una pieza de punto de manga corta o larga que se ceñía al cuerpo para exhibir cada curva de la mujer como una escultura.

Pongámonos en situación: el cánon de belleza venía de ensalzar en los años 20 un tipo de cuerpo femenino más bien andrógino, que dibujaba pecho, cintura y cadera prácticamente con una línea recta. La moda también contribuyó a este ideal con prendas que colgaban de los hombros en caída libre hasta media pierna o el suelo. Antes de que Christian Dior se obsesionase por enfatizar la cintura en 1949, el perfil de la mujer sacó a relucir esas curvas naturales. El cine contribuyó enormemente a este nuevo canon, y el vestuario de las películas también se convirtió en una fuente de inspiración para los modistos. Sin embargo, los vestidos glamurosos no fueron el único referente: el guardarropa informal también era capaz de captar la atención.

Hollywood fue precisamente el responsable de poner en el punto de mira del público masivo a la Sweater Girl. Como eficaz herramienta de marketing, la meca del cine tenía encasilladas a sus más ilustres estrellas. Así, Clara Bow era por ejemplo la ‘It Girl’, mientras que Ann Sheridan era la ‘Oomph Girl’. Lana Turner fue la primera ‘Sweater Girl’ oficial, un apodo que se granjeó al aparecer en la película They Won’t Forget (1937). La actriz ni siquiera era protagonista: tenía un pequeño papel en el que era disparada mientras caminaba por la calle. Pero esos minutos en los que llevó una prenda de punto le valieron para despertar el interés entre el público masculino.

Tenía solo 16 años, pero eso al cine no le importaba. Tampoco a la prensa. Lo de sexualizar adolescentes es un cuento muy largo y muy tedioso que se deja entrever entre los comentarios de la época. “Ella era la Sweater Girl. Era lo que la juventud norteamericana esperaba de una estrella emergente del cine. Vale que quizá no tuviese el aspecto de cualquier chica de instituto, pero sí el de la chica de instituto con que fantaseaba todo chico de instituto. Era la chica con la que los reclutas de cualquier batalla naval habrían deseado naufragar en una isla desierta”, escribió la revista Life en diciembre de 1940. Por aquel entonces Turner ya había aparecido en alguna cinta más, pero tras su debut rechazó en ese tiempo tanto la etiqueta como de la prenda: “Se niega a usar un suéter frente a una cámara, incluso en los fotogramas publicitarios, y generalmente se opone a las prendas que revelan o enfatizan el desarrollo de su pecho”, comentó la publicación en ese mismo reportaje.

Con el tiempo, el término de Sweater Girl pasó a utilizarse para hacer referencia a más actrices como Veronica Lake. Sus curvas y su belleza explosiva se realzaban todavía más gracias a esas prendas de punto con una enorme carga erótica para el hombre. Algo así como la idea de “la vecinita de al lado”, pero trasladado al ámbito estilístico. Por ejemplo, durante una grabación en la radio en 1944, el humorista Bob Hope presentó a Judy Garland como “esa encantadora Sweater Girl”. En la sesión Judy preguntaba a Bob por qué los hombres se volvían tan locos con las sweater girls. El respondió que no lo sabía: “Ese es un misterio que me encantaría resolver”. Las sweater girls también acapararon noticias de lo más estrambóticas: en 1949 el diario Brooklyn Eagle culpaba a los escotes de un aumento de delitos sexuales. En la pieza recogía que los hombres “ya no veían a las mujeres como inviolables”, haciéndose eco de las declaraciones de un oficial de Pittsburgh: “El problema real son las bobby-soxers”, decía, refiriéndose a las adolescentes del momento. “Son Sweater girls, simplemente niñas mostrando sus curvas. Y al parecer, les gusta. ¿Qué tipo de madres y esposas van a ser?” reflexionaba.

El cine (y la mirada masculina) seguirían contribuyendo a la evolución de la Sweater Girl, con una imagen más acorde al busto prominente de estrellas de los años 50 como Gina Llogobrigida o Elizabeth Taylor. Una de las anécdotas esenciales incluye a otra chica en suéter, Jane Russell, cuando comenzó a grabar la película The Outlaw en 1943. Su director, el productor y diseñador de aviones Howard Hughes, sentía que la cámara no sacaba todo el potencial que debía al escote de la actriz. Después de quejarse al vestuario, se sentó en su escritorio para diseñar un sujetador utilizando principios de ingeniería de construcción de puentes. Russell aceptó pacientemente el “sujetador Cantilever”, aunque nunca se lo llegó a poner en escena: “Cuando me lo probé era incómodo, ridículo. Obviamente lo que él [Hughes] quería es lo que se conoce hoy como sujetador sin costuras, que no existía por aquel entonces. Simplemente me puse mi propio sujetador, cubrí las costuras con pañuelos, moví los tirantes a un lado y me puse mi propia blusa”, confesó la artista en su día.

Aquel sujetador sentaría las bases para otra prenda de lencería que sí salió adelante. Hacia finales de los años 40 la firma Maidenform comenzó a comercializar su sujetador Chansonette, cuya forma balística se asocia al ‘bullet bra’ o sujetador torpedo. Su diseño cónico daba una forma mucho más pronunciada y puntiaguda al busto. Y eso, lógicamente, se notaba mucho más bajo la ropa: el efecto bajo una prenda ceñida de punto era el de un pecho muy artificioso que pasó a definir también a la Sweater Girl. Mamie van Doren, Diana Dors o Jayne Mansfield fueron algunas de las divas que lucieron sobre este tipo de sujetadores entallados jerséis, incluso de manga larga y cuello vuelto.

Marilyn Monroe, por supuesto, fue otra de las definiciones gráficas de estos iconos de mediados de siglo. La sensualidad de la actriz también estaba presente en su armario a través de suéteres de punto, una prenda que la catapultó a su estatus de sex symbol. En el momento en el que Norma Jean (su verdadero nombre) acudía a la escuela, las chicas llevaban el cárdigan con botones delanteros sobre una blusa blanca. Ella eliminó tanto el sujetador como la blusa de la ecuación: tomó esta prenda, en color rojo, y se la puso directamente sobre el pecho, con los botones a la espalda. La futura diva lo bautizó como su “suéter mágico”. En diciembre de 1944, mientras estaba trabajando en una factoría, su aspecto llamó la atención de David Conover, un fotógrafo que le preguntó si podía retratarla. Le pidió que se pusiese un suéter, ya que estaba tomando imágenes “que subiesen la moral”, y la forma de su cuerpo necesitaba ser enseñado. Se puso uno rojo que tenía a mano. En dos años se convirtió en una de las modelos más populares de la costa Oeste y consiguió un contrato con Twentieth Century Fox.

A mediados de la década el concepto estaba instaurado para cualquier chica que vistiese prendas de punto. En noviembre de 1957 la revista Life incluso utilizaba la expresión “Sweater girls” para designar a bellezas de la aristocracia europea como la princesa Hercolani, la vizcondesa de Ribes o la condesa Consuelo Crespi. “Estos suéteres estarán disponibles en Estados Unidos a partir de este invierno, y deberían dar algunas ideas a las chicas norteamericanas, que siempre se han considerado la Sweater Girl primigenia”, comentaban. Una década más tarde, la referencia tendría que amoldarse a un nuevo tipo de cánon femenino, menos voluptuoso y más andrógino. Eran los años 60: “¿Recuerdan a la Sweater Girl de los años 40? Gracias a dios, ha vuelto. Más suave, sutil, e igual de bien proporcionada”, escribía la publicación en 1964 para referirse a la modelo inglesa Jean Shrimpton.

El sexismo también se cebó con las chicas en suéter a pie de calle. Uno de los casos más célebres fue el de Francine Gottfried, que pasó a la historia en 1968 como la “Sweater Girl de Wall Street’. A sus 21 años, esta joven trabajaba como procesadora de datos en la Chemical Bank New York Trust Company, y tomaba siempre el mismo camino para ir a la oficina. Su físico, especialmente su busto, llamaba la atención de los hombres a su paso. Con el transcurso de los días, cada vez más hombres hacían fila frente a la parada del metro para comerse con los ojos sus reveladores jerséis de punto. Según New York Magazine, hasta 10.000 hombres se agolparon cerca de Broad Street para verla. “Esta gente de Wall Street tiene la responsabilidad de lidiar con millones de dólares y actúan como si estuviesen locos”, comentó para la publicación. Por mandato de su jefe, al día siguiente de aquella horda no acudió a la oficina. Además, tuvo que cambiar de trabajo.

El tratamiento que se le dio a Gottfried no pasó desapercibido. En plena segunda ola, inspiró a las feministas a llevar a cabo la Ogle-in, el 9 de junio de 1970. Bajo esta iniciativa organizada por la activista Karla Jay, varias mujeres se unieron para recorrer las calles con el propósito de mirar lascivamente a los viandantes masculinos, haciendo comentarios en voz alta sobre sus cuerpos. “Intentábamos demostrar qué se siente cuando te silban y te humillan sexualmente todo el rato cuando vas por la calle”, comentaba una de las participantes en unas declaraciones recogidas en el documental She’s beautiful when she’s angry (2014). “Ya no queremos ser objetos sexuales nunca más”.

7 tendencias retro que vuelven este otoño/invierno

7 Fotos

Por Nuala Phillips

Ver fotos