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Tacky: la ropa chabacana está más de moda que nunca

    Pantalones de tiro bajo, cinturones de lurex, plástico y cadenas, calcetines deportivos –no necesariamente combinados con zapatillas– o monturas de gafas toscas con cristales de espejo. Remontarse a los años 2000 conduce, inevitablemente, a la cuna de la vulgaridad. Ellas con el chándal aterciopelado de la Barbie y las botas UGG Australia a todas horas, y ellos entregados al rizo de gomina, a los vaqueros efecto lejía y a las gorras de camionero de Von Dutch. Looks tan duros de asimilar como imposibles de olvidar. La peor época de la moda cuaja entre la generación Z, una divertida revancha que cada vez gana más adeptos.

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    Este macarrismo de buen rollo tiene como epicentro TikTok. El arsenal de bailes, tutoriales y memes de usuarios revisitando la apasionante cultura estética del cambio de milenio parece no tener fin. Pero aquí lo que importa son los clics, y la plataforma ha impulsado un espectacular aumento del 195% en búsquedas de baggy jeans o crop tops unidos al hashtag #TikTokFashion. Cada generación decide de qué periodo prefiere reapropiarse y queda claro que los entendidos de la app ya solo reivindica el talle ultrabajo en un nada sentido adiós a los skinny pants.

    Este cambio de tercio responde, por un lado, a querer mantener la comodidad y el desenfado de las prendas tras meses de confinamiento y, por el otro, a volver a la vida social de manera transgresora, con paso firme y positividad. La fiebre virtual Y2K (léase ‘los 2000’) también ha afectado globalmente a la vida real. Si las firmas mass market ya ofertaban opciones para crear este controvertido mix desde hace un par de temporadas es porque los grandes de la industria las habían subido a la pasarela con antelación.

    Frank Trapper

    Céline Homme nos regaló una primavera repleta de sutiles detalles tradicionalmente horterillas y este invierno mantiene los cortes anchos, los bajos acampanados, la bisutería, los abrigos de pelo sintético y hasta se ha apuntado al momento calcetín blanco 24/7. Miuccia Prada, reinaindiscutible de la tendencia, es otra que tal baila en un invierno plagado de siluetas de entonces, camisetas con grafismos tatuaje y colores ultravistosos.

    Tacky: la ropa chabacana está más de moda que nunca

    Una “escalada al optimismo”, tal y como la italiana y Raf Simons describieron su propuesta conjunta al son del techno y del mismo atrevimiento y desenfado de aquellos (¿maravillosos?) años. Todo encaja, dada la trayectoria profesional del codirector creativo de la casa italiana desde 2020, tan pionera en códigos bakaladeros que bastantes marcas de lifestyle han contado con su influencia para relanzar piezas presumiblemente vulgares. La reedición de las Adidas Ozweego de 2013 es culpa del belga, por ejemplo. A la pregunta de cómo puede triunfar una corriente horrible, que ni favorece ni aporta elegancia, la respuesta se encuentra justo ahí, en que la ausencia de clase y distinción conlleva un encanto nostálgico. Conclusión: el feísmo gana la partida porque nos termina gustando. Lo miramos, lo criticamos, nos lo probamos... y terminamos validándolo.

    Jon Furniss

    Vivan los horteras de bolera... Eso sí, con euros en la cuenta

    Quizás influye el hecho de que primero se lo ponen los más guapos y, claro, el ojo se vicia. Bella Hadid lleva meses empeñada en enseñar hucha con la cinturilla del tanga por encima de minifaldas a la cadera. Estrellas como Dua Lipa, Zoë Kravitz, Rihanna o la influencer mundial Chiara Ferragni la siguen de cerca. En el orden masculino Justin Bieber, Fedez (marido de Ferragni) o nuestro talento patrio C. Tangana causan furor a golpe de cadenas, pecheras abiertas y deportivas makineras. Vivan los horteras de bolera... eso sí, con euros en la cuenta.

    La mayoría de los creadores de lujo colapsan los armarios de estos jinchos urbanos actuales. Balenciaga, Dolce & Gabbana, Gucci, Louis Vuitton o Jonathan W. Anderson dan buena prueba de que se puede revisitar con dignidad la estelar juventud de David y Victoria Beckham.

    Y es que al final todo este revival de prendas horrorosas va a ser culpa del amor. O del romance, que es mucho mejor. Brad Pitt y Jennifer Aniston, Gisele Bündchen y Leonardo DiCaprio, Tom Cruise y Katie Holmes, Jennifer Lopez y Puff Daddy. Parejas icónicas, efímeras, perfectas, que nos regalaron momentos de moda apasionantes. Ellos inventaron el concepto matchy-matchy. Sus trajines sentimentales traspasaron hasta el plano estético, llegando incluso a coordinarse milimétricamente las vestimentas para asistir conjuntados a cualquier acto social. Corría el año 2002 cuando Britney Spears se consolidaba novia de América.

    Ethan Miller

    Su relación con Justin Timberlake tuvo lugar en paralelo. Solo duraron unos cuatro años, un periodo suficiente para odiar y amar al mismo tiempo cada código fashionista por el que apostaban públicamente. Fue en la alfombra roja de los American Music Awards de 2001. Aquella aparición de la pareja, ambos en total look vaquero, todavía daña la vista, pero esboza una sonrisa. La pareja más cool de la música consideró que enfundarse en el tejido en cuestión resultaría brutal. Allí hubo denim hasta para forrar el bolso de mano de ella y el sombrero de cowboy de él. Un cuadro absoluto que, paradojas, continúa en nuestras memorias como una de las imágenes más geniales del star system. Como curiosidad, la mismísima Katy Perry tuvo a bien copiar el atuendo en 2014 para rendir tributo a los tortolitos.

    La buena noticia es que en España recibimos aquel canallismo curados de espanto. En pleno cambio de milenio, la mítica ruta del bakalao vivía su ocaso, pero 15 años de chonis y bakalas desfilando por el ocio nocturno de Valencia habían dejado un buen poso destroy en el imaginario colectivo. Ya nos chiflaban Enrique Iglesias (auténtico paradigma de lo bakala, por cierto), Kanye West y la música trance, pero descubrimos a The Libertines, Kings of Leon, Arctic Monkeys o Coldplay, mientras consumíamos compulsivamente capítulos de Friends y Sexo en Nueva York.

    Los 2000 nos dejaron unos looks tan duros de asimilar como imposibles de olvidar

    Patrick McMullan

    Un cóctel de referencias que, aunque amortiguó un pelín el revés chabacano, no consiguió neutralizarlo del todo, y menos mal, porque nuestro archivo histórico de outfits resultaría demasiado aburrido y porque actualmente careceríamos de la bendita inspiración tacky. Parece que toca rasgarse las vestiduras en sentido literal.

    Vuelven los rotos, los desteñidos, los ombligos casi al aire y fiesta colorista. Cuando la reputada Pantone seleccionó oficialmente el Illuminating Yellow como color de 2021 nos estaba regalando pistas en formato dicho popular: “No hay campo sin grillo, ni hortera sin amarillo”.

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