Si bien el famoso streamer y youtuber vasco Ibai Llanos ha logrado la gesta de poner de moda la cultura de las canicas gracias a sus carreras de canicas retransmitidas en Twitch y Youtube, un fenómeno algo más tradicional (y analógico) está teniendo lugar en Estados Unidos. No sin la ayuda de internet (aunque sólo a través de grupos de Facebook que ayudan a mapear la oferta y la demanda), cientos de miles de estadounidenses están saliendo de caza en busca de estas preciadas miniaturas de vidrio y mármol.
Y sí, "caza" es la palabra más apropiada. No son Pokémon. Pero casi.
En una luviosa mañana de diciembre, Damien y Michaela Beauchemin recorren un sendero de secuoyas con su perro de aguas portugués, Maui, escudriñando el suelo y escuchando atentamente el sonido de un arroyo. Maui gime e intenta adelantarse, pero Michaela lo retiene. Si se mueven demasiado rápido, podrían perderse algo.
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La pareja echa un vistazo a las pistas que han guardado en sus teléfonos: una adivinanza sobre cómo frotar una barriga para tener suerte, una advertencia sobre las alturas, una fotografía de helechos. Otra foto muestra el codiciado premio: una gran canica naranja y blanca enclavada entre guijarros en el agua.
La esfera ornamentada y reluciente es todo un logro en el mundo de la caza de estas esferas, y los Beauchemins (que buscan estos tesoros casi todos los fines de semana) quieren añadirla a su colección. Este pasatiempo relativamente nuevo ha atraído a decenas de miles de personas de todo el mundo, que se han relacionado con otros participantes sobre todo en las redes sociales debido a la pandemia de la COVID-19.